veinticinco de enero de dos mil once
Al menos,... te me pases pronto
Todo comparte el mismo comienzo, a pesar de las ligeras diferencias, pero lo que los hace tan parejos es el dolor como fruto que brota como resultado de los mismos, indiferente a la estación que ponga nombre a cada escenario.
Mientras el resto de “casi mujeres-ya no tan niñas” formula deseos etéreos de belleza, éxito, fortuna o un ligoteo con el chulazo de cuarto, yo agacho la cabeza a la hora de entonarlo, quizás en el intento de enterrarlo ya no bajo tierra, sino con el conformismo de que al menos se encuentre bajo mis pies, o sino bajo mis pies, bajo control.
Y así es como una vida, o más bien mi vida, se convierte en un carnaval, en el que las caretas de la felicidad se convierten en el complemento más oportuno, y un día soy la princesa con el corazón despedazado, al siguiente la princesa de los sueños rotos, y la semana próxima la princesa a la que se le arrebataron las esperanzas.
+Tea (¡maldito día, maldito seas!)